De vez en cuando, la democracia desplegando todas sus virtudes, hace posible que un grupo de gente, que equivocadamente creemos minoritarios, amparándose en la demagogia, el populismo, la xenofobia y el miedo, entran a formar parte de un Parlamento, lugar donde reside la voluntad soberana de un pueblo.
Este hecho, que en principio nos puede parecer un mal sueño hecho realidad, nos tiene que hacer recapacitar y hacernos la pregunta: ¿Cómo ideologías rancias en el tiempo e incluso peligrosas socialmente pueden haber conseguido ese poder justo que dan las urnas? Yo no lo sé y diría más: no estoy capacitado para hacer un análisis que explique este triste fenómeno.
Unos dicen que los gobiernos de la derecha del Partido Popular en sus políticas de carácter autonómico, han sido una fábrica de hacer independentistas y que ese independentismo ha sido la causa-efecto para el resurgimiento del ultra nacionalismo español. Otros dicen que los medios de comunicación, anteponiendo los índices de audiencia a la calidad informativa, han tenido algo que ver en esta derrota, de la que los demócratas, no tenemos más remedio que rehacernos; también hay analistas con nómina que culpan a la abstención o a las decisiones erráticas, a veces, del gobierno de Sánchez, etc, etc… Sea cual sea, están aquí y han venido para quedarse, por lo tanto haría falta, ahora que ocuparán sus escaños que la democracia les ha proporcionado, pensar qué se tiene que hacer. Yo personalmente los obligaría en primer lugar a dejar en la puerta del Parlamento el olor de cuartel y sacristán que emanan sus ideas y después educarlos en las virtudes y en los defectos que tienen los sistemas democráticos, donde la palabra tiene que hacer política y que esa política se tiene que fundamentar en la soberanía popular, la libertad y la igualdad.
Sería un buen comienzo, pero no sé si ellos, los populistas, xenófobos de ultra derecha lo entenderán.
De todos modos y a pesar de todo tengo que decir que de vez en cuando, hay domingos, que la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber lo que pasa, chupando un palo sentados sobre una calabaza.