En dos artículos de opinión anteriores, clic aquí y clic aquí, nuestro vecino Ángel Rivero comenzó a enumerar los “peligros”, que a su parecer, tiene Vox. A continuación, seguimos con esta enumeración que ha realizado dicho vecino. Remarcamos de nuevo que es un artículo de opinión y su visión particular.
7. Vox es ultra-centralista.
Ésto es un poco absurdo (como buena parte de lo mencionado anteriormente) pero hay que comentarlo. Vox tiende al centralismo, es decir, a un gobierno dirigido desde una entidad central. No hay nada de malo en ello, siempre que se sepa hacer. El problema es que Vox vende todo tipo de no-centralismo como algo perjudicial, aprovechando algunas fallas de los sistemas de salud, educación e impuestos.
Lo más curioso es que los países a los que Vox intenta imitar, es decir, en el plano ideológico a Rusia, y en el plano económico a Estados Unidos, son países tremendamente fragmentados. Uno podría decir que el propio nombre de “Estados Unidos” debería servir de pista, pero no. Estados Unidos están divididos en varios sujetos estatales pero unidos por un sujeto federal. Rusia está dividida en un montón de sujetos estatales de diferente categoría (que no voy a mencionar para no aburrir más al personal). Pero es que países más parecidos a España, como podrían ser Reino Unido, Alemania y Dinamarca, también lo están. Alemania es una república federal; Reino Unido y Dinamarca son reinos con grandes grados de independencia de sus distintos constituyentes (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte en el primer caso; Dinamarca, Islas Feroe y Groenlandia en el segundo).
Los mayores fracasos como países (o estados fallidos) de la actualidad corresponden a países africanos que han intentado una especie de nacionalismo cuando era imposible por cuestión de etnia, cultura o nivel económico. Un país tan diverso como España no puede ser gobernado de forma central por el mismo motivo (salvo, claro está, que se haga a golpe de fusil). Pretender gobernar un país como si un ciudadano de Ripoll tenga las mismas inquietudes y necesidades que un ciudadano de Ayamonte es una necedad que sólo el creyente de las ideologías más absolutistas podría tomar por plausible.
8. Vox tiende al dogmatismo religioso.
O, en este caso, al ultra nacional-catolicismo, pero viene a ser lo mismo. Ya sea por tradición o cultura, los miembros de Vox suelen encontrarse cercanos a este terreno.
Ojo, no es una crítica a la fe; el problema es cuando esa fe toma como dogmas y preceptos inamovibles, contextos que empíricamente se han mostrado como fallidos, imperfectos o proclives a un cambio.
Una de las asociaciones habituales que se hace de Vox con el franquismo es precisamente por ésto. Conceptos que están más que investigados vuelven cien años despues (por no decir dos mil) y causan estupor en cualquiera que se haya educado en un clima mínimamente científico o aconfesional que no comulgara con las ruedas de molino del franquismo.
9. Vox utiliza la base del negacionismo científico para reforzar sus políticas.
El cambio climático no existe. Los niños tienen pene y las niñas tienen vagina. Punto. No hay discusión que valga. No hay escala de grises. No hay un debate válido entre hasta qué punto el ser humano es responsable del cambio climático, o la diferencia entre sexo y género. Y si surge, se neutraliza con teorías varias, como que el cambio climático es un invento de la ONU, o que la diferencia entre sexo y género es una idea marxista.
Esta base acientífica y cerrada al debate se aplica a multitud de situaciones, dando lugar a presuntas conspiraciones que deniegan cualquier atisbo de análisis y que además refuerzan las creencias de grupo, en su base simple y monolítica.
10. Vox simplifica su discurso para hacerlo lo más accesible y entendible posible al mayor número de gente.
En política, esto es la mayor bandera roja, el mayor símbolo de “peligro”. En política, el truco está en convencer al mayor número de personas de que tu idea es la buena, pero como ni por asomo somos todos iguales ni todos tenemos los mismos intereses, esa idea ha de estar dirigida al grupo de votantes que más puedas convencer y que además tenga fuerza de cambio electoral.
Uno podría argumentar que el PSOE es un partido que se dirige a las clases trabajadoras con cierto carácter progresista (que se entienden a si mismas como “clases medias”); que el PP se dirige a los votantes conservadores (que se entienden a sí mismos como “clase media”); que Podemos/IU/Sumar se dirige a la clase trabajadora ampliando el espectro al feminismo, colectivo LGTB, los derechos humanos, los derechos de los animales…
Pero es que Vox se dirige a todo el mundo. A progresistas y conservadores, a ricos y pobres, al “feminismo confundido” y a las “mujeres de verdad”, a los heteros y los “homosexuales decentes”, a los españoles españoles y a los catalanes españoles, al
empresario y al peón, al que tiene carrera y al que no ha acabado la educación obligatoria, al meapilas, al moro y al falto de fe, al franquista y al patriotero, al que le gusta la tortilla con cebolla y al que le gusta sin cebolla.
Pues perdóneme que le diga que eso es imposible. Es como dividir una tarta en partes exactamente iguales con una cuchara. Y la propia promesa es un aviso de que lo que quieren, es tener a todo el mundo sentado, controlado, expectante, en la misma mesa, mientras reparten la tarta, a sabiendas de que la mayoría de su votantes no comerán tarta, sino que incluso tendrán que “pagar” para que sus “lideres” se coman la tarta.