Una vez finalizadas la elecciones del 23J, el resultado ha dejado una telenovela que se hace cada día más larga. Sabemos que las habas están contadas. El PP no puede formar gobierno, se mire por donde se mire. Sólo cuenta seguro con la extrema
derecha Vox y dos partidos más, CC y UPN. En la otra parte, siguen las dudas de los pactos, pero dados los acuerdos para formar la Mesa del Congreso, las incertidumbres al respecto son pocas.

Pero ahora el PP y Vox se han sacado de la manga una aparente novedad, los de la extrema derecha no entrarán en el gobierno si es investido finalmente como presidente Núñez Feijóo. Pero qué novedad ni qué niño muerto. No hay ninguna novedad. Hay lo de siempre, la derecha y la extrema derecha van de la mano desde que se levantan hasta que se acuestan. Y como se acuestan juntas, pues juntas se levantan.

Lo que más irrita de esa aparente novedad es que el PP y Vox nos consideren hijas de Gil. Que Vox no entre en el gobierno es simplemente una triquiñuela, a ver si Junts se lo traga, forma piña con el PP y así pueden seguir los dos cómplices, -PP y Vox-,
con los apaños de siempre. Como si no los conociéramos. Mientras las variables políticas sean las que son, la derecha rancia y franquista, -el PP-, tendrá que ser cada vez más de extrema derecha hasta que succione a Vox, como hizo con Ciudadanos.

No le queda otra, mientras tanto pactaran con los de Abascal sin ninguna consecuencia hasta que las ranas críen pelo y a los calamares plumas.

El pedigrí democrático del PP ha estado siempre en entredicho. Nunca ha perdido su tufo a franquismo, las “fake news” las invento Aznar, siendo Presidente del Gobierno, afirmaba que Irak “tenía armas de destrucción masiva” en 2003 para justificar la invasión del país y meternos en una guerra sin autorización del Parlamento, o cuando sostuvo desde el principio que la autoría de los atentados del 11 de marzo de 2004, en Madrid, era de ETA, son capaces de lo que sea para intentar manipular a la opinión publica, siendo como ellos afirman ser un “partido democratico”, no tuvieron tampoco escrúpulos en utilizar a la policía “patriótica” para atacar a los partidos de la oposición y a su vez intentar tapar sus delitos de corrupción y la más reciente, cuando durante la pandemia se acuso al Vicepresidente 1º del gobierno de ser el culpable de la muerte de 7.291 ancianos y ancianas en la residencias de Madrid, cuando la responsable fue Isabel Días Ayuso presidenta del gobierno autonómico madrileño, con su “Protocolo de la vergüenza”.

Y si hablamos de su respeto a la Constitución, es de una indignidad palpable. No es que no hayan condenado al franquismo porque son sus herederos, es que se está permitiendo que se autodenominen constitucionalistas cuando el PP lleva años incumpliendo sus obligaciones constitucionales en la renovación del CGPJ.

 Con F. González de Presidente: Aznar lo bloquea durante 8 meses, gana las siguientes elecciones y lo renueva con mayoría de jueces afines.
 Con J.L. Rodríguez Zapatero de Presidente: M. Rajoy lo bloquea 2 años, gana las siguientes elecciones y lo renueva con mayoría de jueces afines.
 Con Pedro Sánchez de Presidente: Pablo Casado y Alberto Núñez Feijóo lo bloquean, por ahora 4,5 años, esa es la constitucionalidad del PP.

Pactar con su ala extrema -Vox-, es el destino de un partido, el PP, que fue aupado mediáticamente a la cima de la democracia sin creer en ella.

Desde que “apareció” Vox hace unos pocos años, se ha evidenciado que es un partido que no cree en la democracia, que lo que quiere es asaltarla desde dentro, como en lo de Troya, que lo que les pone de verdad es la dramaturgia franquista y las parrafadas
aprendidas de los golpistas del 36, exaltando la exterminación del enemigo. Pero Vox no surge de la nada, ni ha venido del espacio, antes estaban en el PP.

Se murió el dictador genocida y de repente en este país desaparecieron los franquistas. ¿Dónde estaban esos franquistas? Pues unos pocos repartidos entre los partidos Fuerza Nueva, de Blas Piñar y la Alianza Popular, de Fraga Iribarne, los demás, la mayoría, estaban bajo distintas siglas que acabaron como el rosario de la aurora, en la UCD de Adolfo Suárez y Abril Martorell y en pequeños grupúsculos de nostálgicos “cantantes de verano y amantes de los taxis”. Pero cuando se vio que ese franquismo, el de Fraga y los ministros franquistas, entraba en bancarrota, lo refundaron y le cambiaron de nombre en 1989, “Partido Popular”, con las siglas del
PP. El mismo perro pero con diferente collar.

Por lo tanto, ¿qué nos ha hecho pensar todos estos años que el PP es un partido incorporado plenamente a las exigencias democráticas? Entre otras razones para negar esa incorporación, vasta recordar una de ellas, nunca han condenado el franquismo, es más, algunos de sus responsables han hablado y hablan maravillas de la dictadura. ¿Es que Esperanza Aguirre no es más de Franco que el torero Vicente Barrera y Díaz Ayuso más falangista que “José Antonio”?. Es decir, ¿no son perfectamente intercambiables los dos partidos? Pues claro que lo son.

No recuerdan el pitorreo que se traían M. Rajoy, Casado, Hernando y otros tantos gerifaltes del PP, con las víctimas del franquismo, es una buena muestra de su complicidad con los tiempos más siniestros y trágicos de la dictadura. Y no hablemos de lo último, el propio Feijóo y su antecesor, el derrocado Pablo Casado, nombrando como “pelea entre nuestros abuelos” lo que fue un intento de golpe de Estado contra la II República seguido de una guerra fratricida y una dictadura de las más crueles que ha dado la infamia contemporánea. Luego, al surgir Vox de su “costilla”, intentan hacernos creer que son dos partidos distintos, pero si vemos lo que están haciendo los dos desde su gobierno en común en el País Valenciano (y en otros sitios) nos damos cuenta de que entre ellos hay escasas diferencias.

La nueva secretaria autonómica de Cultura del recién estrenado Gobierno Valenciano, Paula Añó Santiago, antigua militante del PP y Valents, ahora de Vox, lo ha dicho bien claro: sabe perfectamente quiénes son los enemigos. Su lenguaje de siempre, la amenaza de las listas negras, la censura contra todo aquello que no sea lo suyo. Leer y escuchar lo que ha dicho esa señora provoca escalofríos. Y por si faltara algo, se añade a las estrategias de confrontación política, la cultural e ideológica, el conseller de Educación, José Antonio Rovira, del PP, que vuelve a reabrir irresponsablemente la batalla lingüística y cultural que llevaba calmada aquí desde hace muchos años y la ultima, por ahora, el desastre en el proceso de adjudicación de plazas a los docentes, sembrando dudas sobre la posible modificación de las listas para beneficiar a personas cercanas a su partido, y para mas cabreo la decisión de Carlos Mazón, actual Presidente del Gobierno valenciano, del PP, eliminando la Oficina de Recuperación de Activos, oficina encargada de recuperar el dinero robado por los corruptos de su propio partido, sin vergüenza, a cara descubierta y sus afiliados y votantes mirando a Cuenca.

Se entiende así el intento de la caverna mediática de inventar una derecha democrática. Desde hace tiempo decimos que se ha estado blanqueando a la extrema derecha, que ese blanqueo la ha hecho adquirir una pátina de normalidad en el panorama de la política. Pero creo que a quien de verdad llevan blanqueando desde siempre es al Partido Popular.

El PP sale de la costilla facha del partido de Fraga y otros seis ministros franquistas.

Pero vamos a ver: ¿de dónde salio Aznar?, ¿cual es su historial de lucha contra la dictadura y a favor de la democracia?, de qué otro sitio que no sea el de las raíces autoritarias de la derecha franquista, que nunca ha abandonado este país. Y otra pregunta: ¿se puede ser demócrata sin ser antifascista?. Está claro como el agua clara que el PP no es antifranquista. Antes al contrario, lo hemos visto abiertamente alineado con el franquismo sin que se le mueva una pestaña. ¿Nos vamos a la foto de Colón de hace unos años? ¿O a los gobiernos del PP y Vox bendecidos por Feijóo y sus compañeros de directiva? ¿O a las políticas deleznables, inhumanas, de Díaz Ayuso y Martínez-Almeida en Madrid? ¿O al “que te vote Txapote” de la última contienda electoral? ¿O a la amenaza nada velada de emular a Trump sobre la legalidad de las elecciones si la izquierda gana las del 28M o del 23J?.

En fin: añadan ustedes los casos en el que la cercanía entre el PP y Vox no los separa ni un pelo y ya por ultimo los cánticos del cara al sol, de los cachorros del “nacional catolicismo” en su gira por Portugal para ver al papa.

Todos los fascismos, tenían y tienen algo en común: esa docilidad y obediencia incondicional con los de arriba y ese odio sádico e irrecuperable por los de abajo, recuerden a la entonces diputada del PP, Andrea Fabra, cuando en Julio de 2012 gritaba desde su escaño en el Congreso “que se jodan” cuando M. Rajoy anunció el recorte en las prestaciones por desempleo.

Los dos, -PP y Vox-, le cantaron a la libertad de los de arriba, la libertad del selecto club de “los españoles de bien” que se abrazan a símbolos patrios y cantan el himno nacional con la mano en el corazón. Es la misma gente que dice amar a su país con pasión, -aunque se llevan los cuartos a un paraíso fiscal- y odian a la clase trabajadora que viven en él, con más pasión aún.

Porque los fascismos son un estado mental y a veces, se cura con más educación, más cultura, más memoria y más historia, pero la real, no la blanqueada o ignorada por las Leyes educativas cambiantes a lo largo de esta bien llamada “Transacción” hacia lo
que llamaron “democracia a la española”.

Ángel Rivero Rivas.
Ciudadano, por ahora, de Bétera
*Este artículo de opinión está escrito, enviado y firmado por Ángel Rivero Rivas. Betera.com ha transcrito dicho artículo y quiere recalcar que es un escrito de opinión y que forma parte de la visión y perspectiva particular de un vecino que ha decidido plasmar su opinión en un artículo para que fuese publicado en nuestro diario y es una nota con tintes subjetivos. Por tanto, Betera.com no se hace responsable de las palabras escritas en él. No obstante, estamos abiertos a réplicas y aclaraciones de terceros que se vean o sientan implicados.
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