Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Y sí, así es.
Y, en mi opinión, de eso pueden dar gracias nuestra clase política y las grandes fortunas de este país, de que los que siempre acabamos pagando las crisis, sigamos teniendo esperanza en que esto pase pronto y volvamos, sea como sea, a la normalidad.
Aun así, creo que debemos empezar a plantear si realmente queremos volver a lo de antes, al egoísmo y a la competitividad que nos rodea en la sociedad actúa; y a una lucha de clases que hace que unos sigan estando por encima del bien y el mal, mientras los demás luchamos por sobrevivir.
Sonará a utopía, qué se le va a hacer, pero es lo que a mí me gustaría que pasara. Que rompiéramos con el egoísmo y apostáramos por la solidaridad que ahora tanto se aprecia. Que viéramos que sólo juntos podemos superar las crisis y, que la cooperación y no la competitividad puede hacernos más fuertes. Solo así, podremos salir de esta mejor y más fortalecidos de lo que entramos, a pesar de los perjuicios que toda “lucha” conlleva.
Está claro que, este maldito virus, nos ha pillado desprevenidos. Que hicimos caso omiso a los avisos de la OMS y otras autoridades que nos prevenían de la que se nos venía encima; que no se tomaron las medidas preventivas necesarias; y que, una vez metidos en todo el “jaleo”, las que se han tomado han llegado tarde, de manera desordenada y, en muchas ocasiones, mal gestionadas. Pero, ¿de qué nos sirve criticar y tratar de aprovechar la situación para sacar beneficios individuales?
Con esta pregunta, no quiero decir que olvidemos los errores que se cometan ni que dejemos pasar las consecuencias que están acarreando al conjunto de la población. Pero, también es cierto que considero más necesario aportar ideas, iniciativas y propuestas que nos permitan salir antes de esta lucha, que poner más obstáculos en el camino y mostrar únicamente los errores para sacar un “beneficio” que ahora pierde todo el sentido.
Veamos el error, no digo que se olvide, pero hagámoslo para mejorar. Hagamos que vean que no está bien hecho y propongamos soluciones. Ya llegará el momento de rendir cuentas y pedir responsabilidades, pero ahora el “enemigo” es común a todxs y debemos aportar, no restar.
Ejemplos de esta solidaridad y cooperación hay muchos, y sobre todo de la gente que “menos tiene”, de la gente de a pie y de los que peor parados van a salir de esta. Hay iniciativas de gente que hace mascarillas en casa para donarlas a la gente que las necesita; pequeñas empresas que han cambiado su producción para adaptarla a las necesidades actuales; técnicos y creativos que han puesto a disposición de todxs sus impresoras 3D para producir máscaras protectoras o respiradores; artistas que nos enriquecen con sus poesías, músicas y creaciones durante la cuarentena, etc. En definitiva, cada uno aporta lo que puede para luchar contra el virus o, simplemente, hacernos más llevadera la cuarentena a todxs.
No dejemos que este sentimiento de pertenencia al grupo, de ayuda y apoyo comunitario se pierda. Hagamos que perdure y saquemos de esta “mierda” de situación, algo positivo.
En definitiva, creo que, si realmente queremos volver a la “normalidad”, en lo que a poder hacer nuestra vida normal se refiere, debemos unirnos y colaborar para que esto acabe lo antes posible; sin que por ello se limite el cambio que ESPERO, y cómo indican los más optimistas, se dará una vez todo esto pase.
Un cambio económico, social y cultural que empiece por cada uno de nosotrxs y beneficie a todxs. Un cambio de mentalidad que haga de esta sociedad una comunidad solidaria, colaborativa, coopetitiva (que no, competitiva) y que apueste por el bienestar general sobre la riqueza individual.
Y es que, aunque sea difícil, la esperanza es lo último que se pierde…