La mayor parte de los niños no les gusta ir al colegio, porque no les gusta hacer deberes, trabajar, estudiar…Yo esa etapa, a lo largo de los años, la he ido pasando o, incluso me atrevería a decir que, nunca la he pasado. Siempre me ha encantado aprender más y más y a lo largo de los años he ido desarrollando esa faceta y muchas más, como por ejemplo la de la escritura.
Llevo en mi colegio desde los tres años y ahora mismo tengo 15.
Una de las preguntas con la que más me he quedado a lo largo de todo este tiempo, que me ha hecho pensar de verdad, fue una pregunta de mi profesor de filosofía y decía lo siguiente: ¿Qué es la libertad para ti?
En ese momento me quedé bastante pensativa y sin saber qué responder porque nunca me lo había planteado y, claro, en ese momento intenté responder de la manera más correcta posible, ya que era un trabajo que calificaba. Pero ahora pienso y cada vez me pregunto, más y más veces, qué significa esa palabra.
Al final he llegado a una conclusión y es que la libertad eres tú. Sí, tal como lo escuchas.
La libertad para mí es ser tú, expresar lo que sientes, decir lo que piensas, hacer lo que te apetezca. Pero ahora lo veo y digo: realmente no somos ninguno libre. No siempre decimos, hacemos o expresamos todas aquellas cosas que sentimos y que realmente queremos. Tenemos la capacidad, el poder de serlo, pero no lo sabemos aprovechar, como pensamos que por ello todas las miradas de tus amigos, o familia o conocidos irán hacia nosotros.
En nuestro día a día tenemos libertad. Por suerte, en nuestro país vivimos en una democracia y podemos ser libres, pero en cambio otros países están bajo dictaduras, leyes o personas que día a día les amordazan la boca y, poco a poco, les ahogan hasta que no puedan decir ni una palabra si quiera.
Muchas veces nos quejamos de la sociedad y del país o del siglo en el que vivimos, y es totalmente aceptable porque yo me siento incluida en ese grupo. Pero solamente nos tenemos que imaginar el vivir hace 400 años atrás en el que todos éramos rebaño de una persona que nos dirigía, en el que las mujeres no podían ni dirigirse a un hombre y solamente le satisfacían haciendo la comida, las tareas del hogar y dándoles descendencia.
Por suerte vivimos en una época de nuestro país en la que solamente nos centramos en los mínimos errores o mínimas decisiones mal tomadas que hace 400 años podrían haber sido la peor decisión de nuestra vida.
Así que, gracias a mi profesor de filosofía, creo que he abierto los ojos realmente y sé valorar, o por lo menos definir con mis propias palabras, lo que realmente es la libertad y quienes la representan: nosotros. Estemos donde estemos, seamos quienes seamos, pensemos lo que pensemos o sintamos lo que sintamos.
De verdad que, para esta mínima reflexión, no se necesita ser filósofo ni mucho menos. Sólo se necesita utilizar la joya que cada uno de nosotros tenemos debajo de nuestro pelo para poder llegar a esta y a miles de conclusiones más. Siéntelo y aprende de ello.