Siempre he dicho que cada uno de nosotros es el dueño de su vida, que toma las propias decisiones que el cree conveniente, que elige a las personas que quieren que estén en su vida compartiendo con él cada uno de los momentos tanto especiales como los más dramáticos. Pero todo ser humano comete errores y, siempre que acabamos dándonos cuenta, sale de nuestros labios la palabra que nos acompaña desde las primeras clases de educación que recibimos de pequeños, hasta haber crecido y tener la suficiente capacidad para poder decir: “Perdón’’.
Esta palabra con la que creemos que realmente se van a solucionar todos los problemas o errores que hayamos cometido y con la cual estamos convencidos que podemos volver a empezar desde cero olvidando todo. El olvidar es una acción que no siempre es tan fácil de hacer como puede ser el perdonar, porque como muchas veces escuchamos: “Yo puedo perdonar, pero no puedo olvidar”.
Estoy a favor de que todas y cada una de las personas de este mundo recibamos una segunda oportunidad en la vida, porque es conveniente que sepamos aprender de nuestros propios errores para corregirlos y avanzar como persona y como espíritu. Pero, también pienso que al cometer un error en el cual has fallado a gente y has hecho daño, personas las cuales realmente te importan y les tienes ese cariño, debemos de trabajar para poder recuperar eso que se ha perdido con ellos.
Este escrito creo que no solamente os va servir para leerlo y poder reflexionar sobre errores o daño que hayáis podido cometer, sino que también os va a hacer pensar lo que realmente debemos de plantearnos: ¿Por qué debo de cometer ese error?, ¿Qué me va a proporcionar o qué me está corriendo por mis pensamientos en este momento para tener el valor de seguir hacia delante con él?
Pues realmente no sabemos realmente ni nosotros mismo lo que nos lleva a hacerlo. Porque en ese momento tenemos una venda en los ojos, la cual hace que no podamos ver absolutamente nada de cada una de las cosas que estamos haciendo y que, poco a poco, están haciendo que cavemos nuestra propia tumba.
Yo he cometido errores, sí, y creo que como todos lo hemos hecho alguna vez. Pero lo más importante es que siempre he sabido recapacitar, pensar, saber realmente lo que estaba pasando y tirar hacia atrás para solucionar las roturas ya producidas. Pero no siempre es de esta manera y, muchas veces, ya es demasiado tarde para rebobinar.
Os preguntareis, ahora mismo, a dónde quiero llegar con toda esta reflexión sobre equivocarse en la vida. Sinceramente, solamente quiero haceros ver como, en un abrir y cerrar de ojos, podemos pasar de todo a nada, que en una milésima de segundo, en todo lo que habías trabajado, se puede ir a la basura y que no siempre arriesgarse es la decisión correcta.
Antes de nada, piensa en todo aquello que en este momento tienes. Recapacita y que la rabia no te consuma por dentro, porque esa es la peor muerte.