Ayer, qué hermosa palabra casi siempre. Porque, generalmente, si recordamos ayer es para sentir de nuevo todo lo que nos acompaña y que forma nuestro hoy y será, para casi todos, la base de nuestro mañana.
Ayer, repito, fue el Dia Internacional del Alzheimer. Ayer recordábamos a los que ya no pueden recordar, ayer, que pretendíamos ser su memoria y sus recuerdos, ser el pasado de los que ya no saben lo que es.
Ayer a mí, que esta garra curva y despiadada de la enfermedad me tocó muy de cerca. Pues, se llevó demasiado pronto a una figura colosal. A una figura que representó para mí, en ausencia de mi padre que se fue demasiado pronto, todo lo fuerte y lo permanente. Ese monstruo despiadado que me arrancó a mi tío Muedra y lo hizo vivir demasiado tiempo, a él y a su familia, a mi tía, a mis primos, en un infierno que no merecía ni por su bondad ni por su cariño y entrega a todos.
A mí, que esta enfermedad incomprensible e incomprendida, me arrebató día a día el brillo de la vida en los ojos de mi madre y me hizo ver como se marchaba aún estando aquí.
A mí, ayer, queridos todos, sólo me quedó pediros a todos los que convivís con la enfermedad y con los enfermos, que ya que no podemos ser su memoria, ni transmitirles sus recuerdos, al menos sí seamos su corazón y, día a día, palabra a palabra, gesto a gesto. Les hagamos saber que los queremos y que, nosotros, sí tenemos sus recuerdos grabados en nuestra alma y las lagrimas, esas que ya algunos no saben ni derramar porque hasta eso les roba la maldita enfermedad. Esas lagrimas también las guardaremos siempre como la lluvia que regaré en nuestros corazones los recuerdos de todos ellos, aunque ellos ya no puedan recordar.