Hay una parte bien nutrida de la sociedad, de la que Carla Toscano y otros/as como ella, solo son repugnantes portavoces y defensores de los golpistas del 36, que resuman odio y desprecio, es muy preocupante ver en las instituciones publicas a esas personas que mastican soberbia, a veces con un deje de clase, o una pose adquirida de tiempos pasados, de quien está acostumbrado a mandar desde la cuna, “¿tú sabes quien soy yo?”, y si no fue así, siempre soñó con ello: estar por encima.
La diputada de VOX, la pitbull en defensa del machismo, que con sus nauseabundos comentarios, se convirtió en el sueño húmedo de todos los machistas que desean que su desprecio por las mujeres sea reconocido socialmente, nos recuerda los tiempos del “la
mujer en la cocina y con la pata quebrada”, “esposa, madre y ama de casa”, que formaba parte del credo ideológico, de la “sección femenina” y de las “margaritas”. “Como siempre el papel de la mujer en la vida, es de sumisión al hombre”.
Basta ver cómo mueven los labios y miran con desprecio, parecen siempre muy seguros de sí mismos, apestan a violencia política y adoctrinadora, cualquier atisbo de humanidad quebraría su rancia imagen de machote maltratador de mujeres con olor a Floïd.
Todo ello refleja esa construcción que la cultura androcéntrica ha diseñado tan bien para que la desigualdad y el control de las mujeres se vea como parte de la normalidad, no como una imposición violenta y una injusticia social.
Un viejo mito que la educación no ha conseguido erradicar, lo cual no deja de mostrar el fracaso de una sociedad y su sistema educativo, que en lugar de ayudar a afrontar la realidad presente y futura para transformarla en libertad e igualdad, lo que hace es consolidar el pasado injusto de la desigualdad y del machismo.
Estos y estas, son los que alimentan todas las otras violencias machistas, las que se dan en los hogares, las que se sufren en los lugares de trabajo, las que se muestran en algunas decisiones judiciales, las que se reproducen en las calles o en las noches de fiesta.
Tenemos el deber de hacer que el miedo cambio de barrio, como dijo la Ministra de Igualdad, le vamos a parar los pies a esta banda de fascistas, pero los demócratas lo haremos, no con amenazas o insultos, lo conseguiremos con leyes y derechos.
Todavía es una tarea pendiente de esta sociedad, transformar su organización social y sus formas de relacionarse, cortando tajantemente el heteropatriarcado y por consiguiente, el machismo en todas sus versiones.